La niña mira, una vez
más, el pequeño papel, comprobando que realmente ese es el edificio. Observa
asustada a su alrededor, buscando el valor suficiente para entrar. Se aproxima
un poco más a la puerta, intentando esquivar los transeúntes que avanzan con
rapidez por la calle. Todo es tan distinto a su aburrido y solitario pueblo…
Lentamente, la noche
va apoderándose de todos los rincones de Barcelona, entablando una lucha
silenciosa con las relucientes farolas. Y la niña sigue allí de pie, con su
horrible vestidito amarillo de rosas púrpuras, mirando con seriedad al edificio
que se levanta delante de ella.
Mientras entra al
interior y sube por las estrechas escaleras, intenta expulsar todas las dudas
que la persiguen. En cambio, imagina una vez más que es lo que encontrará al
interior del pequeño piso. Por lo que una amiga le ha contado sabe que en él encontrará
una librería enteramente dedicada a libros de magia y un pequeño bar. Sabe,
también que estará abarrotado de magos, llenando el espacio de cartas, pañuelos
y tal vez, con suerte, incluso palomas blancas. Todo eso hace que la
imaginación se le dispare. Un lugar donde no hay público, donde todos son
magos, vuelve los trucos en auténtica magia. O eso imagina.
La niña intenta
ahuyentar el miedo imaginando que en el interior del piso se esconden conejos
con relojes y cartas que son soldados. Pero las dudas son demasiadas. ¿Podrá
pertenecer en un lugar tan maravilloso como ese? No es una buena maga, eso lo
sabe. Aunque sus dedos sean rápidos, su lengua no lo es. Le falta ese carisma
que convierte los trucos más simples en auténtica magia.
Ya no recuerda cuando
ocurrió. Cuando lo que era un simple juego se convirtió en una necesidad casi
tan grande como respirar. De repente, crear ilusiones, se convirtió en el único
modo de escapar de los gritos que tiempo atrás se habían instalado en su casa y
de los susurros que la perseguían en el colegio.
Apartando esos
pensamientos de su cabeza, hace un rápido inventario del interior de su bolsa
rosa. Allí residen elementos tan mundanos como su móvil, monedero y pañuelos.
Pero también se esconden un juego de cartas, un sombrero de copa y trucos que
ha tardado años en dominar y que ella misma ha inventado, como una mariposa de
papel que parece volar.
De repente, todas las
dudas se desvanecen. Sabe que pertenece en ese lugar. Dentro de su cabeza ya lo
puede vislumbrar a la perfección. Imagina los magos que se esconden detrás de
la puerta que convierten hacen aparecer rosas del fuego mientras esperan con
paciencia que cruce el umbral. Unas palomas que revolotean en la pequeña
ventana del rellano la despiertan de su ensoñación.
Y entonces, la niña
abre la puerta.