-¡Qué duro resulta el perdón para quien mira esos ojos tuyos y esas manos exangües!- contestó él -¡Oh, bésame otra vez, pero no me pidas que mire tus ojos! Te perdono todo el mal que me has hecho, perdono a mi verdugo. Pero al tuyo, ¿cómo lo podría perdonar?
Cumbres Borrascosas
Emily Brontë
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